Platón ya se escandalizaba de las características de la juventud que
había en su época, una constante, que llega hasta nuestros días. No se olvide
que el adolescente, no debe ser estudiado como un ente solitario, sino inserto
en una realidad espacial y temporal, que a su alrededor se encuentra su familia
y su contexto, que no puede ser diagnosticado en un corte vertical de su vida:
«es así», porque tiene una realidad transversal con un pasado y un futuro (a veces
oscuro). Además los diagnósticos negativistas que sólo insisten en clasificar y
resaltar los aspectos problemáticos, no sirven para nada, hay que pronosticar pero
aludiendo a lo positivo, a lo que le motiva, a lo que le engancha socialmente,
para llevarlo a efecto y desarrollar todas sus potencialidades.
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